miércoles, 31 de diciembre de 2008

La ruleta rusa

Han pasado ya doce años y todavía recuerdo aquel día como si fuera ayer. Lo que ocurrió en esa habitación me perseguirá en mis sueños eternamente. Nunca antes le había contado esta historia a nadie, pero ha llegado el momento, necesito confesarlo para hallar la paz.

Como ya he dicho antes , han pasado doce años, era el cumpleaños de Luis y para celebrarlo habíamos alquilado una habitación en un Motel a las afueras de la ciudad. Era el sitio perfecto, por allí nunca pasaba nadie ya que estaba situado en una zona muy tranquila. Recuerdo que eran sobre las ocho cuando nos sentamos alrededor de la mesa. Allí estábamos María, Jorge, Juan, Luis y yo. Nunca entendí por qué invitamos a Jorge, era un tipo al que nadie aguantaba, pero como María insistió tuvimos que aceptarle. La fiesta estaba siendo un total desastre, todos estábamos tensos, sentados alrededor de la mesa, mirándonos sin saber qué decir, sumergidos en un silencio bastante incómodo.

- Tengo una idea – dijo repentinamente Jorge rompiendo el silencio - ¿Sabéis lo que es la ruleta rusa?

La ruleta rusa, ¿quién no sabe lo qué es? Es el clásico juego al que todos quisimos jugar alguna vez pero nunca nos atrevimos a dar el paso, el juego que sirve para medir tu grado de valentía, o mejor dicho, de estupidez.

- ¿Os atrevéis a jugar? – Insistió Jorge

Me asombró ver en todos los rostros de mis compañeros una ceñuda expresión dubitativa. Realmente estábamos sopesando la propuesta.

Una parte de nosotros, la que todavía era capaz de razonar, luchaba por articular el sonoro “NO” que mantendría nuestras vidas a salvo. Pero por otro lado, la excitación de poner en riesgo algo tan preciado como la vida, hacía que la adrenalina fluyese en torrente por nuestros cuerpos, con sólo imaginar cómo sería la experiencia.

- ¡Qué narices! – dijo María – Hemos venido a divertirnos. ¿No queríamos que esta noche fuese inolvidable? Joder, que mejor forma. Venga, que no se diga que sois unos cobardes.

Que María dijese todo eso a nadie le sorprendió, al fin y al cabo, ella estaba colada por Jorge y haría todo lo que él le pidiese. Lo más sorprendente fue que todos los demás nos pusiéramos de acuerdo. Al final, nuestras miradas se cruzaron, con un brillo de emoción. Era una locura pero, íbamos a aceptar el reto. Al menos la noche ganaría interés.

En cuanto Jorge se cercioró de que todos estábamos de acuerdo, sacó de su mochila un revolver y lo puso sobre la mesa.

¿Que qué hacía con un revolver? Lo cierto es que no preguntamos, tampoco queríamos saberlo, sólo pensaba en la sensación de aquel frío tubo metálico apretando mi sien.

- Esto es un revolver Webley MK VI – explicó Jorge – Tiene un cargador de seis balas. Colocaré una en el tambor, le haré girar y comenzaremos. Empezará María, porque está sentada a mí izquierda e iremos en sentido horario ¿De acuerdo?

¿De acuerdo? Cómo es posible que todos nos pusiéramos de acuerdo en semejante atrocidad, pero lo hicimos. Había un detalle del que no me di cuenta hasta que empezó el juego, yo estaba sentado al lado de Jorge, lo que me convertía en penúltimo.

María era una chica de tez pálida, pero esa noche sus mejillas estaban encendidas, fruto de una extraña mezcla de emociones, el deseo y el miedo. Tomó el revólver y con pulso tembloroso lo colocó en su sien derecha. Ninguno de nosotros creíamos que fuera capaz de hacerlo, pero un segundo después apretó el gatillo. Cuando sonó el “click” todos nos removimos en nuestras sillas, todos excepto María que permaneció inmóvil en la suya, con los ojos abiertos como platos, para después soltar una carcajada histérica de alivio.

Luego les tocó a Juan y a Luis. Juan siempre fue un tío valiente, y esa noche así lo demostró. Cogió el revólver y en un movimiento rápido lo posó en la sien apretó el gatillo, tiró con rabia el arma encima de la mesa y se quedó como si nada, la misma sonrisa que al principio de la noche. El caso de Luis fue distinto, al ser el tercero sabía que tenía más posibilidades de volarse la cabeza, pero como confesó al final de la noche, lo hizo porque sabía que Jorge no había colocado ninguna bala en el tambor, que sólo era un juego, por eso cogió el revólver y apretó el gatillo todo confiado, aunque eso sí, cuando sonó el “click” esbozó un suspiro muy sonoro.

Y por fin llegó mi turno, joder, en vaya lío me había metido, yo nunca fui un tipo valiente, pero claro, tampoco quería quedar de cobarde. Así que ahí estaba yo, sentado en mi silla, mirando para el revólver y preguntándome si realmente merecía la pena. Además yo sabía que las posibilidades de que me tocara el balazo ya eran muy elevadas. Por mi cuerpo corrían unos sudores fríos que me tenían totalmente paralizado, mientras mis compañeros esperaban con cierta ansia a que me decidiera, así que respire hondo y me dispuse a coger el revólver. Pero cuando lo iba coger Jorge se me adelanto y se hizo con él.

- ¡Eres un puto cobarde! – me dijo – ya sabía yo que no tenías huevos.

- ¡¡No seas cabrón!! – le dije todo cabreado – Ahora es mi turno, si tantas ganas tienes de volarte la cabeza espera a que te toque.

Mis palabras no sirvieron de nada, Jorge me dedicó una de sus sonrisas más cínicas y se colocó la pistola en la sien. Clavó su vista en la mía y sin perder esa sonrisa tan falsa apretó el gatillo. Sonó un “bang” seco. La bala atravesó su cráneo y se incrustó en la pared. Sus ojos seguían clavados en mi mientras corría la sangre por ambos lados de la cabeza, hasta que finalmente su cuerpo sin vida se derrumbó sobre la mesa tiñéndola de rojo.

Es irónico que la persona que peor me caía por aquella época fuese el que sin querer me salvase la vida. A los demás no los volví a ver desde el entierro de Jorge. Lo único que sé es que desde entonces María pasa la mayoría de los días internada en un psiquiátrico debido a su adicción a los ansiolíticos. De Luis y Juan no he vuelto a saber nada, sus familias abandonaron la ciudad después de lo ocurrido.

En cuanto a mí, ahora vivo la vida con más intensidad. Esa noche comprendí que la suerte era mi aliada, así que lo primero que hice al acabar el instituto fue alistarme en el ejército, en el que dure poco, me echaron porque decían que era un peligro para mí y para el resto de mis compañeros. Así que ahora me dedico a la práctica de deportes de riesgo como puenting, paracaidismo, salto base, snowboard extremo, y un largo etc.

Hoy es día 31 de diciembre y si me he decidido a contar esto ahora es porque es posible que no tenga otra oportunidad. Dentro de unas horas volveré a rememorar los viejos tiempos. Hoy celebramos Fin de Año en casa de Pedro, uno de mis compañeros en la práctica de estos deportes y aprovecharé para proponerles el juego de su vida. Son gente valiente, así que sé que no lo dudarán y querrán participar. Les propondré jugar a la ruleta rusa con dos balas.

Va por ti Jorge.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Preguntas sin respuesta

Desde Monforte traigo la canción más triste jamás escrita
Extraída desde lo más profundo de mi alma marchita
Escrita con todo el dolor de un corazón herido
Por todo el daño que ha causado a un ser querido
Pese a todo ni un solo insulto me dedicaste
Yo solo espero que valga la pena la decision que tomaste
Y en un futuro próximo volvamos a tener una relación sincera
En la que podamos llevar juntos una vida mas placentera

¿por qué hago daño a la única persona a la que quiero?
¿por qué conmigo mismo no puedo ser sincero?
¿por qué a todo lo que tengo le pongo un “pero”?
¿por qué si te quiero te aparto de mi lado sin razón?
¿por qué si la decisión es mía tengo roto el corazón?
¿por qué quiero destruir lo único bueno que hay en mi vida?
¿por qué me siento como si estuviera en una vía sin salida?
¿por qué no puedo mirarme en el espejo y sonreír?
¿por qué si te quiero de esta manera te he tenido que herir?
¿por qué me he empeñado en hacerte sufrir?

Diez preguntas para las que no tengo respuesta
Diez preguntas que hacen de mi vida una cuesta
La soledad será mi compañera en este viaje
Iré en busca de mi mismo sin pagar peaje
¿Cómo hemos llegado a esta triste situación?
¿Cuál es el camino a seguir para hallar una solución?
Intento hacerte llegar mis sentimientos en forma de canción
Con lágrimas en los ojos y en la mano el corazón

La decisión más dolorosa que he tomado
No es otra que apartarte de mi lado
Buscarme a mí mismo es lo único que pretendo
Y aunque sé que te puedo perder en el intento
Seguiré adelante hasta verme otra vez contento
Yo no te estoy pidiendo que vuelvas a hablarme
Aunque espero que no sea tarde para volver a quererme
Pase lo que pase tuyo ya es mi corazón
Y pase lo que pase por lo que te hice yo ya no tengo perdón

miércoles, 24 de diciembre de 2008

El adiós de la musa

Hoy he perdido mi musa para siempre
De un plumazo me la he quitado de enfrente
Ella piensa que soy tonto y me miente
Dice que no pasa nada que su corazón no siente
No te equivoques, que aunque no se note soy inteligente
No me trates como si fuera un puto demente

Si lo que quieres es marchar de mi lado, hazlo
Si pretendes olvidar todo lo que ha pasado, hazlo
Si quieres fingir que nada te ha importado, hazlo
Si quieres odiarme por como me he comportado, hazlo
Si lo que quieres es pedirme que te olvide, hazlo
Si lo que quieres es pedirme que no te mire, hazlo
Si me pides que no te hable más, lo hare
Si me pides que te deje marchar en paz, lo haré
Si me pides que no te vuelva a molestar, lo hare
Si me dices que no me quieres volver a escuchar, lo haré

Ahora bien, no me pidas que no te siga queriendo
Porque pase lo que pase lo seguiré haciendo
Vale… yo fui el que te apartó de mi lado
Yo fui el que escogió posiblemente el camino equivocado
Me parece justo que de tu cabeza me hayas borrado
Pero no me digas que lo haces sin rencor porque no ha colado
Se sincera y dime que nuestra relación ha acabado
Cuando una musa deja de querer a su poeta se da todo por terminado

He de vivir con lo que he hecho
Aunque por ello no me verás sacar pecho
Se que contigo a mi lado hubiese podido tocar el techo
Pero ese es un privilegio al que ya no tengo derecho
Estas son las últimas rimas que escribo
Envueltas entre lágrimas y suspiros
Sin la musa las rimas carecen de sentido
A partir de hoy este rimador caerá en el olvido
Aquí tienes lo que me has pedido
Por haberte quitado lo que has querido

Ve en paz musa mía
Y espero que me perdones algún día
Cuando quieres volver a hablarme
Ya sabes donde encontrarme

sábado, 20 de diciembre de 2008

Hermano

Me gustaría poder perdonarte algún día hermano
pero ya eres historia en mi corazón,
todo lo que hagas para arreglarlo será en vano,
ahora ya nada me hará entrar en razón

No me importa lo que la gente piense de mí,
yo se bien lo que soy y también lo que fui.
No me conocéis, yo por los míos todo lo di,
y ahora de una fuerte coraza mi corazón cubrí.
Hermano, de verdad crees que me puedes hundir,
piensas que mi mente es tan débil que la puedes fundir.
De verdad crees que soy idiota, a mi no me puedes mentir,
yo sé de sobra lo que mi nombre te hace sentir.
Por mi puedes seguir engañando a la gente,
diles lo que te de la gana: que soy un demente,
que soy una persona falsa que nunca va de frente,
que nunca pienso lo que digo, siempre actúo en caliente.
Diles lo que te de la gana, que a mi ya no me puedes herir.
Que te den por el culo, por mi ya te puedes morir.

Me gustaría poder perdonarte algún día hermano
pero ya eres historia en mi corazón,
todo lo que hagas para arreglarlo será en vano,
ahora ya nada me hará entrar en razón

Por tu culpa he tenido que ver a una madre llorar,
esa imagen de mi cabeza nunca se podrá borrar.
Ella dice que la puerta está abierta para cuando quieras regresar,
las madres son unas santas, pero de mí ya te puedes olvidar.
Has teñido mi corazón de negro y te lo agradezco,
gracias a ti ahora ni siento ni padezco,
y cuando abras los ojos tus mentiras habrán hecho efecto
porque yo ya no estaré ahí, de mí ya no esperas ningún tipo de afecto.
No te cruces en mi camino,
estás fuera de mi círculo,
los lazos de sangre me importan un comino,
entre nosotros no hay ningún vínculo

Me gustaría poder perdonarte algún día hermano,
pero ya eres historia en mi corazón,
todo lo que hagas para arreglarlo será en vano,
ahora ya nada me hará entrar en razón

Inspiración gracias por ayudarme a desnudar mi alma,
ahora mi corazón podrá nadar en un mar de calma.
Aunque se que esta herida nunca dejará de sangrar
hasta que el olvido de mi cabeza se empiece a adueñar.
Porque si tiempo todo lo cura, entonces solo cabe esperar.
Apareciste cuando más te necesitaba y ahora no te dejaré escapar
Sé que soy egoísta al atrapar tus alas y no dejarte volar,
pero quiero que te quedes hasta el final de mi historia,
juntos podremos con todo y alcanzaremos la gloria

lunes, 15 de diciembre de 2008

La musa y el poeta

No me preocupa que dejes de quererme,
tampoco que no quieras volver a verme.
Lo que realmente me da miedo es perderte
convirtiéndome para ti en un ser inerte

Hace años conocí a un poeta en una ciudad lusa
me dijo que el secreto de sus rimas estaba en su musa.
Una criatura con el don de la inspiración,
haciendo que su cabeza estuviera siempre en acción
y se pusiera a escribir sin vacilación.
Su relación era perfecta salvo por una excepción;
entre la musa y el poeta se produjo una atracción
comparable a la de Eva por la manzana de la tentación.
Ellos creyeron poder manejar bien esa situación
pero se olvidaron de que toda acción tiene su reacción.
Y ese amor digno de la más bella canción
acabó convirtiéndose en un problema sin solución

No me preocupa que dejes de quererme,
tampoco que no quieras volver a verme.
Lo que realmente me da miedo es perderte
convirtiéndome para ti en un ser inerte

Ella era una diosa, una divinidad,
y él un simple mortal sin vanidad
que sabía que su amor destruiría su amistad,
que para él era lo mas importante en esta vida fugaz.
El sabía que si daba el paso su relación cambiaría,
la distancia entre ambos era enorme y su amor no se consolidaría,
aunque eso a ella no le importaba, solo anhelaba sus besos,
quería ser algo más que la musa de sus versos.
La musa cansada de esperar una respuesta sincera
decidió ir alejándose poco a poco de su vera,
hasta que un día ya no regresó a su lado
dejando al poeta de sus rimas despojado

No me preocupa que dejes de quererme,
tampoco que no quieras volver a verme.
Lo que realmente me da miedo es perderte
convirtiéndome para ti en un ser inerte

De esta historia he aprendido una cosa
que si dos personas tienen una amistad hermosa
complementándose el uno al otro con un amor fraternal,
para que estropearlo por conseguir un poco de placer carnal.
Ya sé que es cierto que a veces hay que arriesgar por un amor pasional,
pero otras veces hay que pensar con la cabeza y ser racional.
Porque el amor es efímero y la pasión perecedera
pero una buena amistad si es verdadera siempre es duradera.

No me preocupa que dejes de quererme,
tampoco que no quieras volver a verme.
Lo que realmente me da miedo es perderte
convirtiéndome para ti en un ser inerte

viernes, 12 de diciembre de 2008

Ódiame

Ódiame por desear tus abrazos,
por querer estar entre tus brazos,
por querer darte todo lo que tengo
y no encontrar nunca el momento,
por desear que este sentimiento
nunca saliera de aquí dentro.

Ódiame por todo el daño que te he provocado,
por todos esos momentos de amargura que te he dado,
por no saber escoger el camino para estar a tu lado,
por no decirte esas palabras de amor que tanto has anhelado,
y sobretodo ódiame por hacerme de tu corazón dueño
y habértelo destrozado como si se tratase de un mal sueño

Ódiame por tener miedo a quererte
pero también tenerlo a perderte.
Por querer tenerte aquí y besarte
llevarte a mi habitación para desnudarte
y a la luz de la Luna amarte.

Quiero que me odies profundamente
para así borrarme de tu mente.
No quiero que por mí derrames ni una lágrima
porque tú me devolviste el amor por la rima
y yo te lo pago manteniéndote lejos de mí,
no te imaginas lo que me duele haberte herido así.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Cristopher Connor

Cristopher Connor pasó los diez últimos años de su vida en la cárcel, cuatro de ellos en el corredor de la muerte de San Quintín. La noche anterior a su ejecución se le ofreció una última cena a su elección, tras su rechazo se le sirvió la misma que a los demás reclusos: chile, macarrones, verduras, ensaladas, pastel y zumo de pomelo (éste último pedido por él). También rechazó la presencia de un consejero espiritual, pasando la noche totalmente solo.

Durante esos diez años Cristopher se vio involucrado en todas las peleas que se produjeron en la prisión, arrebatándole la vida a cinco reos. A raíz de estos sucesos se empezó a extender el rumor de que había vendido su alma al diablo y que por eso no tenía miedo a morir. Su presencia causaba miedo entre sus compañeros de prisión y respeto entre los funcionarios; nadie se atrevía a acercarse a él y mucho menos a mirarle a los ojos.

Su ejecución estaba programada para las siete de la tarde. Cristopher pasó todo el día recluido en su celda, solo, sin querer recibir a nadie. A las seis y media de la tarde de ese mismo día dos guardas fueron a buscarlo para llevarlo a la sala de ejecuciones.

- Prisionero – dijo uno de ellos –levántese y colóquese en el fondo de la celda.

Cristopher obedeció sin oponer resistencia. Uno de los guardas entro en la celda y le puso los grilletes. Sus manos quedaron esposadas entre sí al igual que sus pies, que también quedaron unidos con las manos por medio de otra cadena. Una vez esposado el guarda salió de la celda.

- Prisionero – dijo el otro guarda – salga de la celda.

Cristopher salió y comenzó su marcha hacia la sala de ejecución custodiado por los dos guardias. Su caminar era lento debido a los grilletes. Una vez allí, fue sentado en la silla eléctrica. El sistema consta de una silla de brazos donde se sienta el reo. Se le sujetan brazos y piernas con correas y se pasa otra en torno al tórax para fijarle bien al sillón. Un casco de cuero cubre su cabeza, rapada previamente. En el interior del casco una esponja empapada en agua y se le tapa la cabeza con una capucha.

Enfrente a él había otra sala, separada de esta por un cristal. En ella había dos filas de asientos; en la primera fila se encontraban sentados los Smith, padres de una de las víctimas de Cristopher. A la derecha de la señora Smith, con dos asientos de separación estaba Roberto Mendoza, hermano de otra víctima. Detrás de este, sentado en la segunda fila, Robert Jonhson, capitán de la policía San Francisco y autor de su detención. Custodiando la puerta, el funcionario de prisiones Ortiz.

Cuando el reloj marcó las siete en punto, el único guarda que quedaba en la sala de ejecución accionó el interruptor produciendo una descarga de 2000 voltios sobre Cristopher, dejándolo inconsciente. Acto seguido otra descarga de 1000 voltios, y como marca la ley, se le volvió a dar otra descarga de 2000 voltios.

Tras la tercera descarga, del cuerpo de Cristopher empezó a brotar un extraño humo que poco a poco se iba transformando en una densa niebla que envolvió toda la sala. La niebla pasó a la otra sala a través de las esquinas del cristal que separaba ambas estancias.

La señora Smith sacó la carcasa de un bolígrafo bic y se lo clavó en el cuello de su marido, saliendo la sangre a borbotones a través del bolígrafo, a modo de pajita. Después volvió a buscar en el bolso y de un pequeño estuche de maquillaje sacó un palito de naranjo para manicuras, y lo usó como palanca para sacarse un ojo y luego el otro, y finalmente se lo clavó a la altura de la tráquea.

Robert Mendoza observaba con perplejidad y asombro toda la escena hasta que sintió como alguien le cogía por la cabeza retorciéndosela hasta partirle el cuello. Ese alguien era el capitán Jonhson, que acto seguido sacó su pistola y disparó sobre la sien del guardia que custodiaba la puerta, dejando sus sesos desparramados por toda la pared. Luego, se disparó en una rodilla, cayendo al suelo boca arriba, alzó la mano con la que no sujetaba la pistola y de un disparo le hizo un agujero por el que se podía ver el techo. Continuó con su macabra mutilación disparándose primero en la rodilla que le quedaba sana y luego otro tiro a la altura del costado; para finalmente colocar el cañón de la pistola en la boca y volver a apretar el gatillo.

Richard, el guarda encargado de la ejecución, observó desde la sala de ejecuciones todo lo que sucedió en la otra estancia, totalmente perplejo, sin ser capaz de reaccionar. Primero vio como todas esas personas se mataban y luego algo que le dejó todavía más impactado. Una vez que los ocupantes de la sala de enfrente se habían quitado la vida, la niebla allí presente se condensó en una esquina de la estancia formando una figura humana que, si sus ojos no le engañaban , hubiera jurado que era Cristopher Connor, algo que era imposible, ya que su cuerpo estaba al lado suya, atado en la silla totalmente inerte.

El ser que formaba la niebla esbozó una amplia sonrisa, miró a los ojos de Richard y se diluyó en el ambiente desapareciendo totalmente.

Desde entonces Richard permanece internado en el Hospital Psiquiátrico de Highland Avenue, ubicado cerca Holly Park. Tras confesar la que había visto fue declarado culpable de los asesinatos y condenado a pasar el resto de sus días en dicho hospital.

martes, 2 de diciembre de 2008

El pequeño Timmy

Mientras María preparaba la cena Timoteo revoloteaba por la cocina con su avión de playmobil, corriendo de un lado para otro.

- Timmy, ¿has acabado de decorar el árbol? – le preguntó su madre mientras picaba las verduras.

- Vooooy – contestó.

Timmy salió corriendo de la cocina, posó el avión en la mesa y se acercó al árbol, sacó los tips, los desenredo, los colocó alrededor del árbol y los enchufó. En cuanto empezaron a parpadear las luces Timmy empezó a brincar alrededor del árbol cantando villancicos.

- ¡Cuando acabes pon la mesa! – le gritó su madre desde la cocina.

Timmy cogió el avión que había dejado encima de la mesa y lo subió a su habitación, regresó al salón y colocó el mantel sobre la mesa y sobre él colocó los cubiertos, todo ello sin parar de cantar villancicos.

El ambiente en el que transcurrió la cena fue totalmente opuesto al de la tarde, el alborozo dio lugar a un silencio sepulcral, solo interrumpido por el chirriar de los cubiertos contra el plato y el burbujeo de la coca-cola.

- Hoy hay que irse pronto a la cama que viene Papá Noel – dijo Timmy rompiendo con la monotonía de la cena – Si no, nos quedamos sin regalos.

- Este año no viene Papá Noel – le contestó su madre con tono seco.

- ¿Por qué no? – replico Timmy con gesto contrariado – Si yo me he portado bien todo el año.

- Lo sé hijo, pero Papá Noel no va venir, Rudolf está muy enfermo y no puede repartir los regalos.

- ¡Eres una mentirosa! – gritó Timmy muy enfadado - ¡Ojalá te hubieras muerto tú!

Timmy se levantó de la mesa y subió corriendo a su cuarto dejando sóla a su madre en la mesa, con los ojos enrojecidos y la vista totalmente nublada por una capa acuosa que se formaba en sus ojos. Cuántas veces se había repetido esas mismas palabras en los últimos siete meses, no era culpa suya que Carlos saliese disparado por el parabrisas del coche, si hubiese llevado el cinto puesto…. Pero no podía evitar sentirse culpable, al fin y al cabo era ella quien conducía, y fue ella quien se despistó sintonizando la emisora de la radio.

- ¡Ojalá me hubiese matado yo! – le gritó - ¡Eso es lo que a ti te hubiera gustado!

Sus gritos no obtuvieron respuesta. Se levantó de la mesa y recogió la mesa dejando la vajilla en el lavaplatos. Después subió a su habitación y se acostó del lado de la cama en el que solía dormir su marido. Desde su muerte le gusta dormir ahí, así se siente más cerca de él.

En el transcurso de la noche un ruido hizo que el pequeño Timmy se despertase. Se levantó de la cama, cogió a Manfred, su elefante de peluche, por una pata, y sin apenas hacer ruido salió de la habitación. Bajó las escaleras con mucho sigilo, aunque el pobre Manfred no opinó lo mismo, ya que su cabeza se fue golpeando escalón tras escalón.

Cuando llegó al salón se detuvo. Enfrente de él había un hombre totalmente vestido de rojo, con un gorro muy navideño, colocando con mucho cuidado unos paquetes bajo el árbol. El hombre se volvió y vio al pequeño Timmy frente a él, inmóvil, sujetando con la mano derecha al bueno de Manfred y vestido con su pijama de Shin Chan, un pijama que le quedaba tan grande que no necesitaba zapatillas para caminar por la casa y en cuyas mangas podría meter dos veces sus bracitos.

- ¿Pa… pá? – fueron las únicas palabras que Timmy pudo articular.

El hombre le esbozó una leve sonrisa que a Timmy le era muy familiar, llevó la mano a la boca y sin perder la sonrisa dijo mientras le guiñaba un ojo:

- Chist

De repente una luz tan cálida como cegadora envolvió todo la habitación. El hombre desapareció sin dejar rastro alguno de su presencia, sólo los paquetes que había dejado en la base del árbol eran testigos de lo que allí había sucedido. Timmy regresó a su habitación.

A la mañana siguiente Timmy se levantó muy temprano, su cabeza seguía dándole vueltas a lo sucedido durante la noche, ¿habrá sido todo un sueño? se preguntaba. Su madre entró en la habitación, estaba muy alterada, muy nerviosa:

- ¡Ven, corre hijo! – le decía mientras se lo llevaba en volandas al salón.

El salón estaba manga por hombro. La madre de Timmy había abierto los paquetes que estaban debajo del árbol hallando juguetes en su interior. Pero no eran unos juguetes cualquiera, si no que eran los que formaban parte de la carta que todos los años escribe Timmy a Papá Noel; una carta que nunca llega a ningún lado, ya que ella siempre se encarga de destruirla. Y eso fue lo que más perpleja le dejó. ¿Cómo podía ser? Es imposible que alguien hubiese leído la carta…, el que dejó los paquetes ahí ¿cómo pudo adivinar cuales eran los juguetes que quería su hijo? No lo entendía

- ¡Es un milagro! – dijo con todo eufórico, aunque sin salir de su asombro.

- No mamá – le contestó Timmy mientras miraba la foto de su padre, que estaba situada sobre una mesita auxiliar – no es un milagro, ha sido Papá Noel