martes, 18 de noviembre de 2008

Asesino

Son las 5 de la mañana y Asesino no para de ladrar. Está fuera, en el jardín, como todas las noches, atado a una cadena que le permite, como mucho, alejarse unos 2 metros de su caseta. Mientras, en el segundo piso de la casa, Luis intenta dormir, pero no puede, los ladridos no le dejan, no para de dar vueltas en el poco espacio que su mujer, Angy, le deja en la cama. Cansado ya de los ladridos del perro y producto de la ansiedad que ello le produce se levanta de la cama.

- Todas la noches igual – murmura – Estoy hasta los huevos de ese puto perro. Un día de estos lo voy a coger, me lo voy llevar al puto río y voy meter su asquerosa cabeza en él para que de una puta vez para de ladrar.

Luis se calza las zapatillas, se pone la bata y sale de la habitación. Baja por las escaleras, al llegar al fondo tuerce a la izquierda y entra en la cocina, va arrastrando los pies, como si le pesaran, en su cara, a parte de las ojeras, sus ojos delatan la ira que corre por su cuerpo. A la derecha hay una puerta, la abre, se trata de la despensa, observa durante unos segundos hasta encontrar lo que busca. Coge la escoba, la desmonta quedándose con el palo en la mano y tirando el resto dentro de la despensa. Sale de la cocina hasta la entrada de atrás, la que da al jardín. Baja un par de escalones y se acerca al perro.

- ¡¡Yo te voy a enseñar a no ladrar!! – grita mientras golpea una y otra vez con el palo sobre el lomo de Asesino – ¡¡Vas a aprender a obedecer!!

Asesino poco a poco se va encogiendo, entre gemidos, intentando protegerse de los golpes. Por su lomo empieza a brotar sangre, alguna proveniente de viejas heridas aún si cicatrices, y otra de nuevas heridas que se abren. Cuando el dolor empieza a ser insoportable Asesino intenta refugiarse en su caseta, por el camino ve como el palo sobrevuela su cabeza, lanzado con más rabia que acierto por Luis. Una vez dentro, bajo la protección que la caseta le puede brindar, se agazapa al fondo, tembloroso, dolorido, asustado.

- ¡¡Eso te enseñará a no ladrar por la noche maldito chucho!! – volvió a gritar Luis mientras camina de regreso a la casa.

Cristian , desde la habitación de su cuarto, observa toda la escena sin poder contener el llanto. Se dirige a la puerta de la habitación , la entreabre un poco, lo suficiente para poder observar lo que sucede fuera de ella, y espera a que su padre regrese a su habitación. Sale, a hurtadillas, procurando no hacer ruido y baja las escaleras, se dirige a la cocina y busca entre los cajones unos trapos y una navaja, que guarda en el bolsillo. Sale al jardín, se acerca a la caseta del perro y se mete dentro. Asesino está tumbado, semimuerto, levanta la cabeza para observar quién entra en su refugio y la vuelve posar. Cristian se acerca a él y comienza a limpiarle las heridas con mucho cuidado, mientras lo hace no puede evitar llorar, sus lágrimas son una mezcla de dolor, pena y rabia. Asesino no puede evitar quejarse cada vez el trapo roza su maltrecha piel.

El sonido de los alaridos del perro envuelven la habitación donde descansa el matrimonio. Luis se vuelve a levantar, está muy excitado, Angy intenta detenerlo, pero éste se deshace de ella de un empujón , lanzándola contra la cama. Sale de la habitación y cierra la puerta de un portazo. Baja las escaleras, lleva los ojos inyectados en sangre, llenos de rabia. Camina con paso firme, ésta vez no arrastra los pies. Sale fuera, se acerca a la caseta, se agacha, engancha a Cristián por la camiseta del pijama y lo arroja fuera. Cristián se levanta e intenta apartar a su padre de la caseta, pero ¿qué posibilidades tiene un niño de diez años ante un hombre que pesa casi cien kilos?. De una bofetada Luis vuelve a apartar al niño de su lado, coge la cadena del perro y lo arrastra también fuera de la caseta. Asesino no tiene fuerzas para ponerse en pie, para defenderse, pero eso parece no importar a su dueño y empieza a propinarle patadas en el vientre.

Cristián se vuelve a poner en pie, coge la navaja que tiene guardada en el bolsillo, se acerca a su padre, salta sobre su espalda y le pasa la navaja por el cuello, con mucha rabia, con un movimiento de izquierda a derecha, empezando en la nuez y acabando a la altura de la yugular. La sangre no tarda mucho en empezar a brotar por el corte, resbalando por el cuello y fundiéndose con la camiseta de algodón. No tarda más de dos o tres segundos en caer fulminado. Su cabeza reposa a escasos centímetros del cuerpo de Asesino.

Angy observa toda la escena desde la puerta de la casa, aterrorizada corre hacia el salón, por el camino tropieza con una pequeña mesita, tirando todo lo que hay sobre ella al suelo. A trompicones consigue llegar al teléfono, y todavía sin saber cómo logra marcar el número de la policía. Entre balbuceos, sollozas y palabras incoherentes consigue explicarles que su marido está muerto en el jardín de la casa, y les da la dirección. Cuelga el teléfono, se lleva la mano a la boca e intenta pensar cómo explicar a la policía lo allí sucedido, pero su mente está demasiado turbada para encontrar una respuesta.

Sólo han pasado dos minutos y ya se oyen sirenas al fondo de la calle. Cristián permanece de pie, inmóvil, frente al cadáver de su padre. Angy se acerca a él, le quita la navaja de la mano y la arroja lejos, todavía no sabe qué decir cuando lleguen, pero de momento es lo único que se le ha ocurrido. Asesino, medio muerto, observa la escena y enseguida se da cuenta de cuál es su papel en esta historia. Se arrastra como puede, sacando fuerzas de Dios sabe dónde, hasta colocar su cabeza al lado del cuello sin vida de su amo. Alza la vista y observa a Cristián, en sus ojos hay un brillo especial, acto seguido vuelve a bajar la cabeza y empieza a morder el cuello de Luis. Sus mordiscos son profundos, hasta tal punto, que en cuestión de segundos cualquier indicio de que el cuello de ese hombre había sido cortado con una cuchillo desaparece.

Carlos abre de una patada la puerta principal, atraviesa el vestíbulo y llega hasta la puerta que da al jardín. Aparta a una mujer que le bloquea la salida metiéndola dentro de la casa, enseguida deduce , por lo nerviosa que está, que se trata de la misma mujer que les avisó. Sale al jardín, lo primero que ve es un niño, está de pie, temblando, cerca de él un perro mordiendo el cuello de una persona tumbada, seguramente ya sin vida. No lo duda, desenfunda la pistola y de dos tiros certeros mata al cánido, que ahora yace al lado del otro cadáver. Carlos se queda sorprendido, atónito al observar que el niño corre envuelto en lágrimas, gritando desconsolado a abrazarse al perro. No entiende nada de lo que sucede. Ese perro acaba de matar a su padre y siente lástima por él. No lo entiende…

Bien… Si existe un Dios, si realmente existe el cielo, el paraíso, no lo dudéis, a Asesino le espera un lugar privilegiado allí.

Cristian no sabe cómo, ni dónde ni cuándo volverá a encontrarse con Asesino, pero sí sabe que lo hará, que volverá a jugar con él cómo en los tiempos de antaño, porque Cristian cree que la amistad es para siempre, eterna, y Asesino era,…, es su amigo.

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