sábado, 23 de mayo de 2009

Los 4 Jinetes

Como siempre Muerte era el último en llegar. Aparcó su Harley, blanca bajo la capa de suciedad que la cubría, al lado de la amarilla de Enfermedad. Se quitó el casco, lo encadenó a la rueda delantera y levantó las solapas de su cazadora de cuero en cuya espalda lucia un bordado que rezaba “Los Jinetes del Apocalipsis”.

- Joder con Enfermedad – pensó mientras observaba la moto de de su compañero – El cabrón siempre con la burra impoluta.

“El Ángel Caído”, así se llamaba el bar donde siempre se reunían los jinetes. Era el clásico bar de carretera, de ambiente poco acogedor pese a las reducidas dimensiones. Muerte entró en el local con ese aire chulesco de quien se cree mejor que nadie. Tres bellas demonios bailaban sensualmente en el centro de la pista mientras sonaba un melancólico tema de HIM. Muerte les dedicó una sonrisa pícara mientras se dirigía a la mesa dónde se encontraban sus compañeros.

- Tronco, no sé cómo te las apañas pa’ llegar siempre tarde. – Dijo Enfermedad con un tono medio ebrio mientras se tomaba el enésimo chupito de absenta.

- Yo me conoces bro. No me gustan las prisas, jajaja.

La noche iba avanzando y los vasos de chupitos vacios comenzaban a acumularse alarmantemente sobre la mesa, a la misma velocidad que las colillas de los porros en el cenicero.

- ¿Os acordáis de cuando a este flipao le encargaron lanzar una pequeña plaga y lanzo la peste bubónica que se llevo por delante a más de 25 millones de pringaos? – dijo Muerte entre risas mientras le daba una palmadita en la espalda a Enfermedad – Joder macho, el jefe creyó que había sido trabajo mío, jajajaja.

- Jejeje la verdad es que se me fue la mano. – Replicó Enfermedad mientras le hacía un gesto al camarero para que trajera otra botella de absenta – Tampoco os paséis troncos porque, mirad Hambre la que tiene montada en África.

Hambre, que en ese momento contemplaba el infinito ausente, lanzó una mirada desafiante a Enfermedad. Tenía los ojos inyectados en sangre, debido a la saturación en el ambiente del humo de los porros, lo cual acentuaba su cara de colgado. Bajó la vista hacia el canuto que sostenía mecánicamente entre el índice y el pulgar, y con voz adormecida dijo:

- Siiiiii tios, moooola. Y yo me pregunto, ¿por qué lo llaman tercer mundo si no existe un segundo mundo?

- ¡¡Qué buena pregunta Hambre!! – respondieron al unísono los demás.

La noche iba trascurriendo entre anécdotas, risas, porros y chupitos.

- ¡¡Tengo una idea brothers!! – dijo Muerte en lo que parecía un repentino momento “bombilla encendida sobre la cabeza” – Ya que mañana es nuestro último trabajo de campo ¿por qué no cambiamos los roles y así le demostramos al jefe que somos polifacéticos?

- Mooola tiiiio – exclamó Hambre, arrastrando las sílabas, con el tono de quien está a punto de coger la mayor pálida de su vida – Tienes muy buenas ideas…. Deberías ser inventor… o ministro… ¡o ministroinventor!

- No creo que sea buena idea – replicó Guerra – nos podemos meter en un buen lío.

- Joder tronco, tú siempre aguando la fiesta – contestó Enfermedad mientras le soltaba una colleja – La idea está de puta madre, además a partir de mañana pasaremos a hacer trabajos de oficina, así que hay que disfrutar esta noche a tope…. ¡¡¡A tope!!!!

- ¡¡¡A tope!!! – gritaban una y otra vez.

Después de discutirlo durante 17 segundos, acordaron realizar el cambio de roles. Lo más complicado fue decidir quién haría de quien, y ante la falta de acuerdo, optaron por la solución más madura: se lo jugaron a “piedra, papel o tijera”. El resultado final fue que Muerte haría de Guerra; Hambre de Muerte; Guerra de Enfermedad y éste último tomaría el trabajo de Hambre. Les llevo tanto tiempo decidir que el amanecer se les había echado encima.

- ¡¡Muchachos, que está amaneciendo!! – avisó Queco Jones (el camarero del bar)

Pese a la larga noche de juerga, los jinetes se levantaron como si les hubiesen puesto un resorte en ese lugar donde la espalda pierde su casto nombre.

Cogieron sus motos y volaron sobre el precario asfalto, cada uno rumbo a un punto cardinal distinto. En cuanto llegase el anochecer, los cuatro se volverían reunir en el bar.

Para sorpresa de todos esta vez el último en llegar a la reunión post-apocalipsis no fue Muerte sino Hambre. Entro cabizbajo, arrastrando los pies y tomó asiento junto a sus compañeros.

- ¡¡Buah!! – exclamó Enfermedad mientras agitaba su mano a modo de abanico - ¡Qué mal hueles tío! Más que sembrar muerte parece que hayas estado abonando el planeta con estiércol, jajaja.

- No tiene gracia tronco – replicó malhumorado Hambre – No he podido hacer el trabajo.

- Hostia bro ¿qué ha pasao? – preguntó Muerte con gesto intrigado.

- Pues nada. Al poco de salir de aquí me entró el apretón, así que paré en el bar de Adolf.

- ¿El Nazi Club? – preguntó Enfermedad

- Ese mismo – continuó Hambre – Bueno… entro allí, me dirijo a los baños, y… ¡¡joder!!, los tenían cerraos por una fuga de agua o no sé qué mierda. Me pille una birra y me senté en la mesa de la esquina, donde nos ponemos siempre, ya sabéis, en el rincón oscuro, y pensé: ¿qué cojones hago ahora para no reventar? Estaba desesperado, así que me quité un calcetín, me baje un poco los pantacas y con mucho disimulo planté el pino dentro del calcetín

- Jajaja – Enfermedad se retorcía en su asiento, producto del ataque de risa – Macho, ¡¡tu eres un puto guarro!! Haber cagado de campo, jajaja ¿y qué hiciste con el calcetín?

- Joder ¡que no aguantaba! – replicó con tono de pocos amigos – Bueno… pues como no podía dejarle el pastel ahí de regalo, pillé la burra y me marché con él. En cuanto salí de la ciudad me paré en un descampado y empecé a agitarlo en el aire estilo lazo vaquero para enviarlo lejos. Pero joder, no me acordaba de que el puto calcetín tenía un tomatazo y entonces la puta mierda se empezó a salpicar por encima mía y de la moto. ¡¡Joder qué asco!! Y me pasé todo el día dando vueltas para sacarme de encima ese puto olor.

Los 10 minutos siguientes al relato de Hambre tuvieron como banda sonora las risas y los vaciles de sus compañeros. En cuanto el ambiente se fue normalizando un poco Muerte dijo conteniendo una carcajada:

- Ya vale… ya nos hemos reído bastante del chaval…jejeje… ¿Y a ti qué tal te ha ido con el trabajo de Enfermedad Guerra?

- La verdad es que fatal.

- ¿Y eso?... ¿Qué ha pasado? – preguntó Enfermedad – Si mi curro es muy fácil.

- Pues nada, como me apetecía acabar pronto dije: mejor que una, lanzo dos plagas y finiquito el chollo antes. Así qué cogí y lancé una plaga de ranas y otra de mosquitos.

- ¡¡Joder!! La idea está de puta madre – interrumpió admirado Enfermedad - ¿Cuál fue el problema?

- ¿El problema?... ¡¿El problema?! – contestó indignado Guerra – El problema fue que lancé las plagas juntas y las cabronas de las ranas se zamparon a los mosquitos y no contentas con ello van y ¡¡palman de empacho!!

Tras escuchar esas palabras, y producto de la risa, Muerte escupió sobre la cara de Hambre el chupito que se acababa de meter en la boca.

- ¡¡Serás cabrón!! – Le gritó Hambre

- Perdóname bro, no pude evitarlo, jajaja. ¡¡Qué desastre de día!! Espero que a ti te haya ido mejor Enfermedad.

- ¿Yo?... En la misma línea que los demás por lo que veo. Quise matarlos de hambre lanzando una plaga de langostas, pero como estaba tan pedo, en vez de lanzar la langosta insecto les envié la langosta crustáceo…. Y no veáis los festines que todavía se están dando los muy cabrones… Más que matarlos de hambre he contribuido a aumentar la obesidad del planeta, jajaja ¿y tú qué, Muerte?

- Pues… es gracioso que me lo preguntes brother, jejeje, os vais reír de esto pero… - Muerte hizo una pausa para meterse otro lingotazo de absenta – Cuando salimos de aquí me di cuenta de que no habíamos pagado, así que regresa para pagarle a Queco. Y nada le pagué, pero cuando me marchaba me entraron las tres Demonios que estaban bailando en la pista, y no sé cómo, una cosa llevó a la otra… y cuando me desperté estaba tirado en una cama con esos tres pibones a mi lado.

- Tronco tu siempre igual – respondió entre risas Enfermedad – las faldas te pierden, pero bueno, tú por lo menos has tenido una buena noche, jajaja

- ¡¿Una buena noche?! – exclamó Guerra malhumorado – tíos no sé si sois conscientes del lío en el que nos hemos metido. ¡¡Ya veréis cuando se entere el jefe de lo que ha pasado!!

- Tranquilo… respira… - dijo Muerte mientras le frotaba la espalda intentando calmarle – No tiene por qué enterarse. En cuanto salga el Sol vamos y arreglamos este desastre, y aquí paz y después gloria. Ahora pensemos la manera más rápida de solucionar este pequeño problema apocalíptico.

Mientras los cuatro jinetes buscaban la forma de hacer llegar el fin del mundo a la Tierra de la forma más rápida y eficaz, la puerta del local se abrió, y una intensa y cegadora luz envolvió todo el bar. Ésta poco a poco se fue desvaneciendo, hasta que los cuatro pudieron distinguir la figura de un hombre maduro, con una barba larga pero bien arreglada y vestido con un traje blanco, que se acercaba a ellos con un pasó lento pero firme.

- ¡Qué pasa Peter! – exclamó Muerte con tono jovial - ¿Qué te trae por aquí?

- ¿Cuántas veces tengo que repetirte que te dirijas a mí como San Pedro? – le reprendió el hombre.

- Joder bro, ¡que humos! – le replicó Muerte – Desde que te ascendieron se te ha subido un poco ¿no?

- ¡Calla y escucha insolente! – San Pedro no estaba para bromas – Habéis cabreado al Jefe con la chapuza de hoy. Me ha dado esta carta para vosotros.

Guerra cogió el sobre, lo abrió y leyó la nota que había dentro. El gesto de su cara se tornó serio y en un acto de desesperación se froto la cara con las manos, como si no acabase de creer lo que había leído. Enfermedad miró para él, le cogió la nota de la mano y le dijo

- Joder tronco, vaya careto, ni que se te hubiese resucitado alguien. ¿Tan grave es lo que pone aquí?

- Venga tío léela en alto – le dijo Hambre

Enfermedad leyó la nota en alto y el ambiente se volvió frio. El silencio envolvió el bar, incluso, en lo que parecía un acto de solidaridad, la música dejó de sonar. Las miradas de los cuatro se cruzaban entre sí buscando respuestas a algo que parecía no tenerla. Hambre, que en ese momento estaba de pie se dejó caer en la silla, como si de un maniquí se tratara, arrojando la nota al suelo en un acto de derrota. La nota decía así:

La empresa Creaciones y Demoliciones Dios e Hijo S.L. les comunica que, por incumplimiento de contrato y de manera irrevocable, a partir de la fecha de hoy rescindirá sus contratos, agradeciendo los servicios prestados. Podrán pasar a recoger sus finiquitos a partir de las 10:00 en las Oficinas Centrales situadas en la calle Paseo del Olimpo número 7.

Atentamente

El Presidente

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